domingo, 10 de noviembre de 2013

Mito del Héroe

Se les invita a leer el siguiente material que es un extracto del libro "la tarea del héroe" de Fernando Savater. El cual será comenzado a discutir el día lunes 11 una vez que terminemos la historia de Odiseo narrada en la "Odisea" de Homero. 
 
Nota: Cuando se indica discusión es porque para ese día el material ya debe estar leído y comprendido. Si no se comprende, llevar las preguntas correspondientes para aclararlas.
 
Gracias.


Fernando Savater: La tarea del héroe.
Extractos del Capítulo VIII: Esplendor y tarea del héroe.
Héroe es quien logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia.  En el héroe se ejemplifica que, realmente, la virtud es fuerza y excelencia, es decir, el héroe prueba que la virtud es la acción triunfalmente más eficaz. Aceptemos para seguir jugando que virtud es un comportamiento socialmente admirable en el que los hombres reconocen su ideal activo de dignidad y gloria. A la virtud –que etimológicamente proviene de vir, fuerza o valor- se le reconoce una eficacia excelente, pero tal reconocimiento teórico y edificante está constantemente desmentido por la acumulación de fracasos concretos de la conducta virtuosa que cualquiera puede constatar en la vida cotidiana.
Hay otra posibilidad, sin embargo, de ver a la virtud como vencedora contra la inercia viciosa del mundo: la proeza del héroe. Allí la virtud no sólo no fracasa, sino que cobra su sentido, es decir, manifiesta por qué es considerada como virtud: el héroe no sólo hace lo que está bien, sino que también ejemplifica por qué está bien hacerlo. La mayoría de los hombres acatan las virtudes como algo ajeno, impuesto, en buena medida convencional y, por tanto, discutible: pero en el héroe la virtud surge de su propia naturaleza, como una exigencia de su plenitud y no como una imposición exterior. El héroe representa una reinvención personalizada de la norma.
El héroe es quien quiere y puede. Dejemos por un momento aparte toda nuestra poética moderna del fracaso, la melancólica glorificación de la derrota como dignidad ante lo ineluctablemente adverso (para Hermann Melville, por ejemplo, “sólo cuando un hombre ha sido vencido puede descubrirse su verdadera grandeza”): ser derrotado –querer y no poder, poder pero no lograr querer- es lo fácil; lo difícil es triunfar, querer y poder. En la actividad victoriosa, lograda, reconocemos nuestra independencia relativa de lo necesario y nuestro parentesco con los dioses, con lo que forma el sentido del mundo. Los ejemplos heroicos inspiran nuestra acción y la posibilitan: cuando actuamos, siempre adoptamos en cierto modo el punto de vista del héroe y nada lograríamos hacer si no fuera así. Por ridículo que sea exteriorizarlo enfáticamente, todo hombre sano y cuerdo, activo, vive alentado por la saga de sus hazañas y es noble y acosado paladín ante su fuero interno. No es incompatible este saludable delirio con la lúcida visión de  nuestra condición menesterosa, sino que es en parte corregido por ella, pero en parte sirve para corregirla. Alguien tan antiheroico como Pascal, hablando de una religión tan (aparentemente) antiheroica como el cristianismo, tuvo que admitir: “El cristianismo es extraño; ordena al hombre reconocer que es vil e incluso abominable, y le ordena querer ser semejante a Dios. Sin tal contrapeso esta elevación le volvería horriblemente vano, o este rebajamiento le volvería horriblemente abyecto”.
EL REINO DE LA AVENTURA
El mundo del héroe es la aventura: en ella hay que buscarle y allí alcanza la plenitud de su perfil. Por supuesto, todo puede ser aventura, pues ésta resulta en buena medida de una disposición subjetiva favorable; Chesterton cuenta en su autobiografía cómo recorría Londres envuelto en su capa y empuñando su bastón-estoque, con una ferviente vivencia aventurera aunque externamente nada fuera de lo normal le ocurriese y Julio Cortazar narra en una de sus historias de cronopios la portentosa odisea del valiente que abandona una tarde su butaca, desciende la escarpada escalera, desafía el tráfico de la calle, viaja hasta la esquina, compra el periódico y, navegando contra viento y marea, retorna triunfalmente al sillón de su Itaca. Del mismo modo, las peripecias objetivamente más arriesgadas pueden ser vividas de modo rutinario y hasta con fastidio: no es imposible el bostezo del cazador profesional ante el león… En cualquier caso, no vendrá mal intentar caracterizar de modo un poco más preciso el orden de la aventura, con trazos que el criterio del lector deberá decidir si son subjetivos, objetivos o fruto del inevitable mestizaje. Tres rasgos principales pueden señalarse como señales que acompañan y anuncian la aventura:
a)      La aventura es un tiempo lleno, frente al tiempo vacío e intercambiable de la rutina. Como dictaminó John Donne, “nadie duerme en el carro que le lleva al patíbulo”; del mismo modo, nadie vive las horas del riesgo o del amor con el laxo desinterés con que transcurre la medida isócrona de la oficina. Por las horas rutinarias hemos pasado, como quien transita abstraído y desganado por los pasillos demasiado extensos de un aeropuerto en el que nada ni nadie nos espera. Pero el tiempo aventurero es totalmente nuestro y la relación que mantenemos con él se hace apasionada, más allá de cualquier módulo convencional, pues puede ser nuestro mejor cómplice o implacable tirano. Cada segundo es diferente y nos interpela directamente; ni siquiera puede hablarse de segundos o días, pues ese tiempo no se mide, sino que se saborea o se sufre, pero en cualquier caso se niega a presentarse de manera homogénea para plegarse a cualquier baremo objetivo. En una palabra, el tiempo en la aventura es el marco dramático de lo que pasa, mientras que en la rutina todo pasa para llenar de algún modo el hueco bostezante del tiempo.
b)      En la aventura, las garantías de la normalidad quedan suspendidas o abolidas. Vivimos sustentados por certezas que no nos requieren, pero que nosotros sí requerimos y resguardados por frágiles mecanismos que defienden nuestra tranquilidad. Un entorno familiar, costumbres entre las que nos movemos con soltura, escasas agresiones del clima o las fieras, instituciones teóricamente encargadas de impedir la violencia entre los individuos, rituales amorosos “decentemente” codificados… Las alternativas que se presentan a nuestra opción individual son limitadas y las consecuencias de una elección errónea rara vez irreparables. Con vivir un papel o grupo de papeles socialmente nítidos y garantizados, podemos afrontar todas las perplejidades de  nuestra conservación. Pero en la aventura nadie puede decidir por nosotros ni está determinado de antemano cuál es el comportamiento correcto que requiere la ocasión: es un ámbito inseguro e imprevisible. Por eso aumentan las probabilidades de la aventura según aumenta el exotismo, es decir, según nuestros puntos de referencia se hacen más remotos o acaban por desvanecerse: paises extranjeros, costumbres desconocidas, naturaleza indómita, violencia interpersonal frente a la que no tenemos otra defensa que nuestros propios recursos, amores que rompen con la moderación o la decencia debidas… Los objetivos de la aventura no suelen ser discretamente graduales ni las recompensas que en ella se proponen son de naturaleza habitual o lícita: todo en ella tiene el sello de la intensidad, del esfuerzo, de la sorpresa, de la pasión, del tesoro…
c)      En la aventura siempre está presente la muerte. Por supuesto, pudiera decirse que tal asistencia nunca falta a ningún evento humano, pero en el caso de la aventura la presencia de la muerte no es ocasional, sino esencial: la muerte es lo desafiado, aquello cuyo testimonio de autenticidad aventurera se requiere. Es precisamente este protagonismo de la muerte lo que diferencia a la aventura del juego, o bien lo que convierte ciertos juegos en aventuras. La medicina de la inmortalidad crece precisamente allí donde todo puede matar; y el aura ultravital del héroe aventurero (tal es el caso del guerrero, del alpinista o del torero) es la de quien se ha frotado frecuentemente con la muerte y ha obtenido de ella vacuna y no contagio. En verdad, el aventurero no se juega la vida, pues ésta es precisamente lo que pretende ganar de modo reafirmado y merecido: se juega la muerte, el lote inevitable de la cotidianidad anestesiada, la permanente coartada de lo que impone su mediocridad sin peligro y abomina del arriesgado esplendor.
LA INDEPENDENCIA DEL HIJO
En el mundo de la aventura, allí donde hay que valerse por sí mismo, el héroe busca su independencia. Ser independiente es autofundarse, sacar de la propia entraña la fuerza y la sustancia que han de constituirnos. Por eso el héroe deja su casa y se abre a la intemperie, desafiando la rutinaria seguridad y buscando su aventura. “Heroism is by definition defiance of safety” (El heroísmo es por definición desafío de la seguridad), recuerda Ernst Becker en su The denial of death; y abandonar la seguridad es aceptar el reto de intentar durar más allá de las condiciones que en principio garantizaban nuestra supervivencia, es decir, independizarnos de lo que nos ayudaba a vivir y, por tanto, vivía en cierto modo por nosotros. Dejar la casa es aspirar a tener un día casa propia, empeñarse en merecer alguna vez casa. Quizá lo que el héroe añora es alcanzar una cotidianidad discreta, rescatada de la mediocridad por la aventura que ha servido para pagarla; que el raso y el peligro sirvan para perfumar con su recuerdo la rutina o refuercen con su pálpito la argamasa que la edifica, tal como en otros tiempos el cuerpo de un niño recién nacido enterrado en los cimientos garantizaba la solidez de las construcciones. Quizá debemos entender así la elección transmundana de Ulises quien, optó por reencarnase en un simple y oscuro particular, renunciando a nuevos destinos gloriosos en provecho de quienes aún no los hubieran conocido.
La resistencia principal que se opone al héroe cuando se decide a dejar su casa y también lo que fundamentalmente le expulsa de ésta son los padres. El héroe es hijo por excelencia, cuyo propósito es llegar a abolir ese sustrato previo del que la lógica le fuerza a considerarse producto. Como Otto Rank mostró con singular perspicacia, hay en todo heroísmo (¿en toda ética?) la pretensión de ser causa sui, de cancelar la vieja deuda con el pasado y engendrarse de nuevo a sí mismo: por eso el camino iniciático del héroe (tal como lo describe, por ejemplo, Joseph Campbell en El héroe de las mil caras) pasa siempre por un descenso a los infiernos o vuelta al útero y un renacimiento en el fulgor de la proeza. Tener el origen en otros supone estar condenado a la incertidumbre respecto a la fuerza propia; además, quienes nos han dado la vida pueden también quitárnosla, los que han causado nuestra irrupción en el mundo sin pedir nuestra opinión pueden también expulsarnos de él contra nuestra voluntad. El despliegue heroico tiene como fundamental objetivo independizarse de esta ambigua providencia. Para ello es preciso dejar el cosmos ordenado de la casa-patria natal y afrontar el caos del reino de la aventura, de donde se volverá renacido y curado de la muerte por el propio esfuerzo: se impone, pues en primer lugar, la batalla contra los padres.
Otto Rank, en su obra clásica El mito del nacimiento del héroe, traza el inventario de las diversas circunstancias familiares que pueden dar origen a la gesta: padres nobles o divinos, abandono del recién nacido, intentos infanticidas por parte del padre, presagios anteriores al nacimiento, dificultades políticas o incluso biológicas (esterilidad, etc.) de los padres, período de ocultamiento del héroe hasta su adolescencia, etc. En general, podríamos establecer el siguiente principio: el héroe amenaza a su padre y es amenazado por su madre. Quizá este planteamiento pude parecer algo paradójico desde una perspectiva psicoanalítica simplista, pero está sólidamente asentado en los testimonios míticos. Por supuesto, es el padre quien suele ordenar el destierro del niño-héroe o su asesinato, pero tal conducta está motivada por el temor, ya que las profecías o su propia intuición le advierten que el peligroso infante viene a por él. El padre del héroe no quiere someterse a la ley de la especie y no se resigna a contemplar el nacimiento de su hijo como indicación cierta del final de su propia vida; en primer lugar, ni siquiera quería ser padre, como Layo, que se ayuntaba per angostam viam con sus mujeres para evitar la procreación, hasta que cierto día de borrachera cometió el fatal descuido de sembrar a Edipo; pero una vez ocurrido el aciago incidente, también rechaza la paternidad, es decir se niega a que su papel en la propagación de la especie se sobreponga a su instinto de conservación personal y se enfrenta a su hijo como un individuo a otro, luchando por su vida: y precisamente de este modo asume la verdadera paternidad, más allá de los determinismos biológicos. Frente al padre celoso y, por tanto, autoritario y agresivo, el hijo-héroe asume su identidad prohibida y la defiende hasta ganársela, es decir, hasta convertirse en un individuo independiente que no debe a su padre más que el odio con que se le opuso.

(Pags. 111-117).

jueves, 7 de noviembre de 2013

Guión de Mitología.

Buenas, les envío algunas versiones sobre el "árbol genealógico" de las divinidades griegas. Como sabemos ninguna es incorrecta, solo se basan en lo recogido por cada autor y el cómo las organizaron en las imágenes.
 
Así mismo les envío el resumen de los mitos y dioses trabajados en clase para que los vayan revisando para la prueba que se avecina. Cualquier duda pueden preguntarla.





Caos
                Tártaro
                Moiras
                Eros
    Gea
    Urano

Hijos de Gea y Urano:
Cíclopes                                                                            
De su sangre
Hecantóquiros o Centímanos                                  
De sus genitales mutilados (AFRODITA)
Titanes y Titánides (12)

Titanes y Titánides:
Oceano y Tetis (titánide)
Jápeto y Climene – Prometeo y Atlas (SemiTitanes)
Prometeo: Mito del gran buey – indignación de Zeus sobre los humanos – robo del fuego para los humanos – creación de Pandora y matrimonio con Epimeteo – Prometeo Encadenado – Liberado por Heracles o por Zeus (dos versiones)
Atlas: Líder de los titanes contra los olímpicos – Condenado a cargar la bóveda celeste – hecho piedra por Perseo ó Heracles y sus doce trabajos (doble engaño)
                Ceo y Febe: Leto (venerada como diosa de la noche y alternativamente de la luz del      día)
                Hiperión y Tía: Helio (incluido en el mito de Afrodita, Ares y Hefestos)
                Crío
Mnemósine
Temis: Las Horas – Las Moiras 

Cronos (tiempo) y Rea (hogar): Hestia, Hades, Poseidón, Hera, Deméter y Zeus
                Rebelión de Cronos y Gea contra Urano – Profecía de Urano para Cronos – Imitación de Cronos a su padre y se come sus hijos.
                                Hestia (hogar): Primera hija – Virgen – Primera en las ofrendas
                                Hades (inframundo): Primer varón – Dominios – Personas vivas que han entrado: Heracles, Odiseo, Eneas, Orfeo y Teseo – Mito de Perséfone
                                Poseidón (mares): Versiones donde fue comido o que no por su padre – Murallas de Troya con Apolo – Polifemo (cíclope) y Caribdis (monstruo)
                                Hera (matrimonio): Enemiga de las amantes de Zeus (varias acciones) – Vía Láctea por Heracles – Engaño a Zeus
Deméter (agricultura)
Zeus (rayo): Rebelión de Zeus contra Crono (vomita a sus hermanos) – Reparto de gobiernos entre los hermanos – Pelea con Tifón (mandado por Gea) – Águila como símbolo de fuerza, coraje y justicia.
                Zeus y sus consortes:
Zeus y Deméter: Perséfone: Raptada por Hades – Mito de la agricultura con Hades y Deméter (participan también Helios y Hermes)
Zeus y Hera: Hefestos (fuego, forja y herreros) y Ares (fuerza bruta y violencia. Guerra)
Hefestos: nació solo de Hera – Arrojado del Olimpo por Hera (por feo) o por Zeus (allí quedó cojo) – Odio hacia Hera (construcción de trono mágico) – Petición de Afrodita para liberar a Hera (participa Dionisio) – mito de Afrodita y Ares como amantes
                Ares: Amante de Afrodita.
Zeus y Leto (Hera, prohibición de parto en tierra firme): Apolo (luz y el sol, la verdad y la profecía, el tiro con arco, la medicina y la curación, la música, la poesía y artes y muchas más) y Artemisa (caza y los animales salvajes. Asociada con la Luna)
Apolo: Mató a un dragón en Delfos – Principio de la Ilíada – Toma el nombre de la abuela, Febe – Ofendido por Aquiles
                Artemisa: Suceso con Agamenón e Ifigenia antes de la guerra de Troya
Zeus y Mnemósine: Las Musas – Calíope (musa) y Eagro padres de Orfeo
                Orfeo: Mito de Orfeo – Cerbero (perro guardián): Formas de ser vencido
                               Caronte (barquero del infierno) – río Aqueronte – pago que recibe
Zeus y Alcmene: Heracles: Nacimiento – Hera envía serpientes – Provoca la locura en él – los doce trabajos
Zeus y Sémele (incitada por Hera pide a Zeus que se muestre como dios): Dionisio (vino y vegetación): Dionisias o Dionisíadas – Origen del teatro
Zeus y Metis: Atenea (sabiduría y guerra): Roles, funciones -
Zeus y Dánae (fecundada como lluvia de oro): Perseo: Decisión de buscar a Medusa – Regalos que recibe (casco, zurrón y sandalias aladas) – Muerte de Medusa – Rescate de Andrómeda – Defensa contra un pretendiente – Devolución de objetos y cumplimiento de la profecía.
                Medusa: Violada por Poseidón en templo de Atenea – Castigo de Atenea – Muerte por parte de Perseo
                               Pegaso: Nacimiento de la sangre de Medusa, hijo fruto de la violación.
Zeus y Maya: Hermes (mensajero y dios de los ladrones, del comercio, entre otros)
Hermes: Robo del rebaño de Apolo – Construcción de la Lira – Descendía al inframundo
Otros matrimonios:       
Hermes y Afrodita (amor): Hermafrodito: Joven de gran belleza – Nadó desnudo y la Ninfa Salmacis se enamoró, él la rechaza pero ella lo abrazó y la llevó al fondo rogando a los dioses su unión la cual se cumplió dando un ser con doble sexo.
Afrodita y Dionisio: Himeneo: Himeneo asistía a todas las bodas
Hermes y Quíone: - - - Odiseo: Odisea – Guerra de Troya – Otros aspectos.

Tetis (nieta – ninfa) y Peleo: Aquiles: Mito del nacimiento de Aquiles – Inmortalidad de Aquiles – Aparición de Aquiles en “La Ilíada”